MIGUEL ACQUARONI BONMATI

UN NIETO DEL CUBISMO


© José Carlos García Rodríguez




La obra de Miguel Acquaroni, artista de larga andadura y de marcada personalidad, se relaciona con Vázquez Díaz, que fue su maestro. Compañero de Benjamín Palencia y de Rafael Zabaleta y amigo de poetas como José Hierro o Luis Rosales, a los que inspiró, Acquaroni fue uno de los pintores andaluces más sobresalientes de su generación.
La crítica, unánime, coincidió en señalar al artista sanluqueño como uno de los pintores más interesantes de la segunda mitad del pasado siglo y que más profundamente supieron calar en el misterio de la luz de la Baja Andalucía, en sus facetas de figuras, paisajes y naturalezas muertas.

Miguel Acquaroni Bonmati nació en Sanlúcar de Barrameda el 20 de febrero de 1925. Su padre era José Luis Acquaroni Fernández, perteneciente al cuerpo médico de la Armada y literato de afición, buen amigo del compositor Joaquín Turina. Su hermano mayor, José Luis, que hubo de abandonar por motivos de salud la carrera naval, llegaría a ser un escritor de renombre cuya obra Copa de sombra sería galardonada en 1977 con el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa.

Las Tres Gracias - Museo de Jaén
La vocación pictórica de Miguel Acquaroni, manifestada ya en sus primeros años, encontró su más provechoso encauzamiento en Madrid, donde se estableció en 1945. Pese a asistir durante un tiempo como alumno libre a la Escuela de Bellas Artes, prefería atribuir su formación a la labor autodidacta. Una labor cuya expresión estuvo influida directamente por la obra de Daniel Vázquez Díaz junto a quien el pintor sanluqueño descubrió un mundo de nuevas geometrías.

Miguel Acquaroni, adscrito a la llamada Escuela de Madrid, se abre muy pronto un hueco entre los pintores de posguerra. Además, empieza a colaborar con su especialidad como ilustrador en diferentes revistas y diarios, entre ellos el ABC de la capital de España. En 1951 su obra está presente en la I Bienal Hispanoamericana de Arte, un certamen de arte moderno organizado por el Instituto de Cultura Hispánica que tuvo una enorme repercusión internacional. En 1953 consigue el primer premio en el Concurso de Primavera de la Sala Turner de Madrid, concurre a las exposiciones nacionales y está presente en numerosas muestras de prestigio. En 1958 y 1966 ofrece dos grandes exposiciones de su obra en el Ateneo de Madrid. Después, sus cuadros recorren salas de Córdoba, de Granada, de Oviedo, de Marbella, de Lisboa... y muchos particulares de Nueva York, Holanda, Caracas o Boston incorporarán obras del sanluqueño en sus colecciones privadas.

Retrato del poeta Luis Rosales
Más que ligado al estilo poscubista podría decirse que la trayectoria entre la pintura y el dibujo de Acquaroni es de un rotundo geometrismo en los trazos, cuya estructura lineal sirve al pintor para encuadrar el color. En sus famosos bodegones une la composición andaluza con el sentido constructivo de sus antepasados genoveses. En sus cuadros reinventa las formas lo justo para mostrar que no era la casualidad la que combinaba la pintura.

Bodegón con teléfono
Bodegón azul
De Miguel Acquaroni y de su obra escribieron los poetas José Hierro y Luis Rosales, dos buenos amigos del artista sanluqueño. Luis Rosales no duda en exaltar los peculiares bodegones de Acquaroni y dice de ellos que son “geométricos, pintados con la paleta muy empastada y en una gama de tonos fríos; bodegones de composición variada y originalísima, en los que el cuadro se organiza desde la perspectiva y, los objetos, siempre repetidos, tantean su forma como asumiéndola por vez primera. Bodegones pintados de una manera sobria, limpia, constructiva, mental y esencializada que disciplinan los ojos al mirarlos”. José Hierro, por su parte, califica al artista de Sanlúcar de Barrameda como “pintor que a lo genérico ha sabido aportar, cada vez más, su propia personalidad, borrando en sus últimos cuadros, un espléndido paisaje, la rigidez de los esquemas heredados del gran maestro -Vázquez Díaz-, siendo, en suma, él mismo».



Bodegón con milinillo de café
En sus ciudades blancas de la Baja Andalucía, en sus paisajes sureños y escenas de playa y en esos interiores abiertos al ventanal cubista, Acquaroni manifiesta su dominio de la composición para dejarnos una obra en la que sin romper la forma, sino aislando los diferentes planos de la luz, nos ofrece el fruto de su reflexión y de “su buen quehacer de músico que acorda tonos en vez de sonidos”, dice José Hierro.

Autor de numerosísimos retratos de amigos que ejecutaba a la pluma, Acquaroni también nos ha dejado aguafuertes sobre papel como Las tres gracias, o Ave María, que se conservan en el Museo de Jaén.


Ave María - Museo de Jaén
La última gran exposición de Miguel Acquaroni, titulada Venecia, tiene lugar en la Galería Fauna's de Madrid. De esta muestra decía ABC el 10 de diciembre de 1987:

En una suerte de nocturno zabaletiano reposan estas composiciones venecianas de Miguel Acquaroni; pero así como en Zabaleta el cubismo se enreda sensualmente a Picasso, el poscubismo de Acquaroni se relaciona con Vázquez Díaz, que fue su maestro.
«De tanto mirar al mar, Acquaroni descubrió que en cada centímetro de agua hay todo un mundo que descubrir», dice Luis López Anglada. En el mar, en el paisaje y en cada uno de esos espléndidos bodegones en libertad que pinta Acquaroni, pues en su valoración prismática de la naturaleza y los objetos hay siempre una riquísima posibilidad de descubir cosas. Entre ellas la más importante: la entidad de cada una de ellas.
El gran motivo de esta exposición es Venecia, a la que Miguel Acquaroni llega no sabemos si directamente o si a través de un hermoso poema por él dedicado a la reina del Adriático: «Como lección que un día sentenciara/ Eugenio Delacriox en la pintura/ también del fango nace la hermosura/ que Venecia en su entraña evidenciara...»
Firma de Acquaroni
Delacroíx había dicho que con lodo él pintaría la más deslumbrante carne de mujer y, antes, mucho antes, de barro se había formado la criatura, y todos los pintores de Venecia, como ahora Acquaroni, han idealizado la eternidad de Venecia sobre la cruel laguna que se la traga... Raro, infrecuente pintor este Acquaroni.

El 14 de junio de 1988, apenas medio año después de su exposición de óleos sobre la ciudad de Venecia, muere a los 63 años en su domicilio madrileño Miguel Acquaroni, aquel “nieto del cubismo por la disciplina”, en feliz expresión de su amigo José Hierro.






ARTÍCULO PUBLICADO EN REVISTA CIRQULO
Verano de 2017