AGUSTÍN LÓPEZ MACÍAS

EL PERIODISTA SANLUQUEÑO QUE MITIFICÓ EL SEUDÓNIMO "GALERÍN"

© José Carlos García Rodríguez



Pocos periodistas han alcanzado en Sevilla la popularidad de que gozó durante el primer tercio del pasado siglo Agustín López Macías. El reportero sanluqueño, famoso por su seudónimo Galerín, supo interpretar como nadie la identidad y el espíritu sevillanos en centenares de artículos, sueltos, entrevistas y reportajes escritos a lo largo de más de dos décadas para el prestigioso e influyente diario El Liberal. Con su característico tono de humor, amable y tolerante, aunque no exento de ironía y un algo de sátira, Galerín marcó una forma de hacer periodismo que fascinó a toda una generación de sevillanos.


En el año 2009, dentro de los actos conmemorativos celebrados por los periodistas sevillanos con motivo del centenario de la fundación de la Asociación de la Prensa, fue presentado el libro Periodistas de Sevilla. Retratos de autores de dos siglos(1). Entre las semblazas contenidas en esta obra aparece la de Galerín. Junto a él, Alberto Lista y Aragón, José María Blanco y Crespo Blanco White, Cecilia Böhl de Faber Fernán Caballero, Joaquín Guichot y Parody, Francisco Peris Mencheta, José Laguillo Bonilla, Manuel Chaves Nogales, Santiago Montoto de Sedas, José Montoto y González de la Hoyuela, Joaquín Romero Murube, Manuel Ferrand y José María Requena.
Galerín en la redacción de "El Liberal" (1919)



¿Quién era aquel Galerín que los reporteros de Sevilla habían seleccionado como una de las trece figuras más relevantes de la historia del periodismo hispalense de los últimos doscientos años? Tras el seudónimo Galerín se escondía la personalidad de un sanluqueño llamado Agustín López Macías, nacido en el seno de una familia pescadora en la Bajo de Guía de 1881 y cuya vida se desarrolló en su práctica totalidad en la capital andaluza. Al desaparecer su padre en un naufragio, López Macías, con apenas cuatro años de edad, se traslada a Sevilla en compañía de su madre viuda a quien, gracias a su buena mano para la elaboración de guisos marineros, le fue ofrecido un trabajo de cocinera por unos amigos sevillanos que frecuentaban Sanlúcar durante los meses de verano.


Antes de cumplir los nueve años Agustín entra en el prestigioso taller de imprenta de Enrique Rasco, en la sevillana Plaza de los Terceros. Junto a aquel gran maestro de impresores el joven sanluqueño empieza a labrarse una profesión al tiempo que colabora al sostén familiar con sus modestísimos ingresos de aprendiz. Encauzado por la senda tipográfica, López Macías pasaría, sucesivamente, por los talleres de los periódicos El Orden y El Noticiero Sevillano y, de este último, en 1901, a los talleres del diario El Liberal, cuyo primer número había salido el 6 de enero de aquel mismo año. En El Liberal habría de permanecer Galerín, primero trabajando en sus talleres y más tarde como reportero de plantilla, hasta que el periódico dejó de publicarse al comenzar la Guerra Civil.

Galerín y El Liberal

El origen del diario sevillano El Liberal se remontaba al año 1879, cuando unos periodistas de ideología republicana decidieron abandonar la redacción del periódico madrileño El Imparcial por haberse declarado partidario de la monarquía borbónica restaurada tras el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos. El nuevo diario que aquellos periodistas fundan en Madrid, El Liberal, se convirtió rápidamente en uno de los más importantes periódicos españoles de finales del siglo XIX, erigiéndose en popular órgano de expresión del republicanismo moderado. Al comenzar el nuevo siglo aquel diario inicia una fuerte expansión que le lleva a crear una cadena de periódicos por diversas capitales de provincia, entre ellos El Liberal de Sevilla que quedó establecido en el número 30 de la calle García de Vinuesa. En sus inicios, aquel diario cuyo primer director fue el gran periodista valverdeño José Nogales y Nogales, no pasaba de ser una modesta publicación compuesta por cuatro planas de gran formato, a seis columnas y de circulación muy limitada.
Retrato a la plumilla de "Galerín" por su
gran amigo Martínez de León.
Tras pasar unos años formando parte de la plantilla de tipógrafos de El Liberal, Agustín López Macías pasa a ocupar el puesto de jefe de talleres del periódico. Por entonces ya había accedido a la dirección el periodista José Laguillo Bonilla, quien se mantuvo al frente del diario durante veintisiete años hasta que fuera cesado en la primavera de 1936. Con la autorización de Laguillo comienza Agustín a aportar a las páginas de El Liberal pequeñas noticias de cosecha propia y algunas colaboraciones que el sanluqueño firma como Sr. López, aunque sin tener que abandonar por ello su puesto de trabajo en los talleres. Es también en estos años cuando López Macías, con ayuda de su socio Manuel Cuesta Gutiérrez, inicia una particular actividad publicitaria, inaugurando frente a la sede del periódico, en la calle García de Vinuesa números 25 y 27, las oficinas de una agencia de anuncios a la que llama Galerín(2), nombre que también elegirá como seudónimo con el que habría de firmar casi 2.000 trabajos periodísticos que fueron apareciendo en El Liberal a lo largo de más de veinte años.

La acertada orientación dada por José Laguillo al periódico, inculcándole sevillanismo y atendiendo de forma muy especial las noticias locales y provinciales, convirtió al diario independiente El Liberal, con una tirada superior a los 25.000 ejemplares, en el medio de comunicación más apreciado y leído en Sevilla y en una fuente de noticias sobre múltiples aspectos de la vida local. Una parte fundamental en el periódico fueron los escritos con los que Galerín desvelaba a los sevillanos los secretillos de una ciudad de cuya identidad y esencias se erigió López Macías en su máximo valedor. Galerín, el reportero más seguido de El Liberal también fue, lógicamente, el mejor pagado de la redacción, pasando de cobrar 450 pesetas mensuales en 1929, a 583 en 1935, el sueldo más alto del diario sólo superado por los emolumentos que percibían su director y el redactor-jefe.


La popularidad de Agustín López Macías se había iniciado a partir del momento en que sus colaboraciones en El Liberal aparecen firmadas con el seudónimo Galerín. El primer artículo con su nueva firma se titula Los niños huérfanos y aparece publicado en el diario del 29 de agosto de 1915. Fue tal el éxito que alcanza el reportero sanluqueño que no eran pocos los casos en que sus lectores compraban cada día el periódico atraídos únicamente por aquella firma. “Durante muchos años y para la mayoría de los sevillanos -dice Carlos Arenas- Galerín fue Er Liberá como El Liberal definía por extensión a cualquier otro periódico”(3).
Atendiendo a los muchos lectores interesados por conocer la personalidad que se escondía bajo el nombre de Galerín, Juan Piz, un redactor compañero de López Macías, contesta a los curiosos en las páginas del periódico con un simpático suelto en el que ofrece algunas pistas acerca del periodista sanluqueño, aunque se guarda mucho de descifrar su nombre:

No aguzar el oído. No voy a hacer semblanza, y mucho menos monografía crítica. Ni siquiera sabréis el nombre de la persona que se oculta bajo el simpático y tipográfico pseudónimo de Galerín.(...)¿Rasgos personales? En este momento recuerdo lo siguiente: nuestro hombre es alto, enjuto, algo cargado de espaldas, de gruesas facciones, fino bigote, “no madrugador ni amigo de la caza”. Está en lo mejor de su segunda juventud, “le encantan los toros”, más no “la Inquisición” (liberal formidable), es atrozmente simpático, gran amigo de sus amigos, y uno de los ocurrentes más afortunados que he conocido. Posee la intuición de la oportunidad de un modo atrayente... Y de él ya no os diré otra cosa sino que jamás traté a un hombre más bueno y sensiblero, y que en El Liberal lo queremos mucho, particularmente este modesto comentarista.(4)

“Al tiempo que acrecienta su prestigio -escribe Carlos Arenas- Galerín va dejando de ser sólo un columnista ocurrente para convertirse, poco a poco, en un peculiarísimo tribuno popular defensor de causas perdidas u olvidadas y tenaz crítico de abusos e injusticias”(5). Famosas fueron las campañas organizadas por Galerín desde las páginas de El Liberal contra los abusos de los, por entonces, tan odiados caseros, o contra los prestamistas, logrando que algunas prácticas usureras fueran perseguidas por la ley.

A partir de 1920, año en que definitivamente deja de ser jefe de talleres de El Liberal para pasar a ser redactor fijo de la plantilla del diario, López Macías se ocupa de la sección de sucesos. El tratamiento tan personal que da Galerín a estas noticias de la crónica negra sevillana fue de gran atractivo para sus seguidores que agradecían al periodista la dimensión humana con que sabía arropar sus escritos. Especialmente seguido por los lectores de El Liberal fue el caso de Eduardo Jiménez, el Legionario, un personaje desequilibrado que atemorizaba a Sevilla cada vez que se escapaba del manicomio de Miraflores. Muchos años después, en 1980, Pedro Álvarez-Ossorio y Carlos Arenas escribirían una obra de teatro titulada Galerín o el caso de Santa Lucía(6), inspirada en aquellos hechos y en la que Agustín López Macías sería uno de los personajes del entramado dramático.

En 1915 apareció publicado en El Liberal el primer artículo de Galerín de contenido flamenco. A este escrito siguieron otros muchos de igual naturaleza para conformar una cuantiosa obra periodístico-flamenca del reportero sanluqueño que hoy es objeto de estudio por los aficionados a este género. Con motivo de haberse cumplido el centenario de aquel artículo, en la primavera del pasado año 2015, el Centro de Iniciativas Culturales de la Univesidad de Sevilla (CICUS-SEVILLA) organizó un taller titulado Una lectura de Galerín en el siglo XXI, dirigido a universitarios y estudiosos del flamenco que impartió el prestigioso flamencólogo José Luis Ortiz Nuevo.
A López Macías se debe la primera reseña que se conoce sobre figuras del cante flamenco interpretando saetas en Sevilla, considerándose por ello las primeras grandes saetas de la historia ya que hasta entonces este cante era considerado meramente “folclórico”, aunque Galerín apenas da detalles en su artículo sobre aquellas interpretaciones del Niño Medina y de José Cepero en la calle Sierpes. También se manejaba a la perfección la pluma de Galerín en las entrevistas, especialmente las que realizó a los más famosos cantaores de la época, estando considerada como magistral la histórica interviú que hizo al gran Antonio Chacón, publicada el 9 de julio de 1922 en El Liberal con el título Un rato de charla con Chacón. En aquella entrevista que tuvo lugar en una casa de la calle Santa Ana, junto a la Alameda de Hércules, estaban presentes los guitarristas Ramón Montoya y Amalio Cuenca, el dibujante Juan Lafita y un niño de 13 años llamado Manuel Ortega Juárez, reciente ganador del Concurso de Cante Jondo de Granada, que luego fuera el famoso cantaor Manolo Caracol. Y siguiendo la norma no escrita de la época de que los periodistas debían contar en sus biografías con alguna obra dramática, López Macías llegará a estrenar, entre otras, los pasillos cómico-costumbristas Las macetas (1916) y Los caseros (1919), consiguiendo con ellas un cierto éxito según reflejan las crónicas periodísticas de sus estrenos.


Galerín publicista: Sevilla en broma

Las páginas de El Liberal, un periódico caracterizado por su seriedad, se animan al contar con la colaboración de la agencia de Galerín, iniciándose en el diario unos concursos en los que se llegaría incluso a sortear un chalet entre sus lectores. Agustín López Macías tenía un don especial para elaborar unos anuncios cuyo toque humorístico hacía que llegaran al público con una gran facilidad. Leamos, a título de ejemplo, el anuncio redactado por la agencia de Galerín para publicitar una librería de Sevilla:


  ITÁLICA
Librería Nacional y Extranjera
Francos 28
Sevilla
Libros al contado, plazos y prestados.
Únicos expendedores para España de las plumas estilográficas Delo-pen, la única pluma que no pone faltas de ortografía.

Como hito más representativo de la actividad publicitaria de López Macías hay que señalar la edición de Sevilla en broma, una publicación que llegaría a alcanzar una enorme popularidad y cuyo primer número aparece en la primavera de 1916, hace exactamente cien años. Con una tirada cercana a los 5.000 ejemplares, en aquel libro de periodicidad anual editado por Galerín se publicitaban las empresas, comercios y profesionales de la ciudad, ofreciendo un completo muestrario de la actividad económica de Sevilla, además de repasar a modo de balance los acontecimientos más sobresalientes del año y que López Macías comentaba con su característico estilo burlón. Este es nuestro libro, hecho en los ratos perdidos, en los ratos de descanso, quitándonos unas horas de medio cañeo, para dedicarla a esta labor, que en broma da producto, aunque haya dado antes mucho trabajo, escribe Galerín en la presentación del número correspondiente al año 1918.


Portadas del famoso libro "Sevilla en broma" editado por "Galerín".
La publicación Sevilla en broma, subtitulada El libro de Galerín durante sus últimos años de edición, saldría por última vez en 1931. Tres años antes de su desaparición, la edición de 1928 de Sevilla en broma fue quemada en el Prado de San Sebastián, a modo de auto de fe, por orden del gobernador civil José Cruz-Conde Fustegueras. El motivo de la drástica decisión gubernativa fueron los comentarios considerados como inconvenientes que Agustín López Macías había vertido en el número de aquel año sobre la Exposición Iberoamericana que habría de inaugurarse el año siguiente y de la que Cruz-Conde era comisario. En 1930, ya clausurada la muestra, escribiría Galerín su famosa frase: “De la Exposición Iberoamericana sólo han comido las palomas del Parque”.


Las crónicas de Sanlúcar


Galerín pasa el mes de agosto de cada año en Sanlúcar de Barrameda, desde donde envía puntualmente a Sevilla sus famosas crónicas veraniegas. Con su serie de artículos genéricos titulada Desde Sanlúcar, López Macías nos ha dejado en las páginas de El Liberal unas acabadas e impagables escenas costumbristas de la época dorada del veraneo sanluqueño que antecedió a la Guerra Civil.

A la derecha, el artículo "Desde Sanlúcar" que Galerín escribía en "El Liberal"
durante su veraneo en Sanlúcar de Barrameda
Con su característico tono burlón, incluso satírico, Galerín se fija en los veraneantes del “quiero y no puedo”, aquellos que iban a la playa de Sanlúcar a presumir y luego fantaseaban en sus paseos por la Calzada pregonando con cuánta gente importante decían relacionarse o dónde o con quién pensaban cenar esa noche o almorzar al día siguiente. En sus sabrosísimos escritos agosteños Galerín nos habla con su especial estilo rebosante de gracia, a menudo irónico y no pocas veces sentimental, del ambiente en la playa, de su Bajo de Guía natal, del Casino, de Miramar, de los paseos en La Calzada, de las carreras de caballos, de los festejos taurinos en la plaza de El Pino, del tiro de pichón... y de tantas otras cosas más que conformaban el atractivo de aquella Sanlúcar vacacional.


La polémica con Sánchez Mejías


El 21 de abril de 1925, durante la celebración de la última corrida de la Feria de Sevilla, Ignacio Sánchez Mejías, tras ser autorizado por la presidencia, saltó al ruedo de la Maestranza para banderillear a uno de los toros. Esta actitud de Sánchez Mejías como “espontáneo de lujo” se debía, según manifestaría con posterioridad el que fuera gran torero y escritor, a su exclusión del cartel de la feria de aquel año por parte del empresario de la Real Maestranza. Sánchez Mejías, quien era presidente de la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, se había enfrentado a la Unión de Empresarios, oponiéndose a sus normas de contratación, siendo esta la causa por la que no fue incluido en las corridas de Sevilla.
Ignacio Sánchez Mejías, con quien
"Galerín" mantuvo una agria polémica
en la prensa sevillana.
En aquel conflicto con los empresarios taurinos, los matadores, subalternos, picadores y el público en general tomaron partido por Ignacio Sánchez Mejías, en tanto la prensa, dividida, adoptaba posturas enfrentadas. Así, mientras José Alarcón Díaz Alardi, crítico taurino del periódico sevillano La Unión apoyó sin reservas al torero, Antonio Reyes Don Criterio, crítico de El Liberal y, muy especialmente Galerín, recriminaron con gran dureza la actitud de Sánchez Mejías.


Precisamente en abril de aquel año había aparecido el nuevo semanario taurino sevillano Seda y Oro en el que Galerín, gran aficionado y entendido de toros, había empezado a colaborar. Ya en el primer número de aquella publicación el periodista sanluqueño, con claros modos beligerantes, haría referencia a la exclusión de Sánchez Mejías del cartel de la Feria de Abril y a su actitud como espontáneo:
Querer hacer que el nombre de Sánchez Mejías sea imprescindible para la Feria de Sevilla, eso no, bajo ningún concepto. Y si acaso lo ha descompuesto, ha sido en su enorme arte de banderillero, que en esto si que es de primera bis. ¡Lástima que la Empresa no lo hubiera incluido contratado para banderillear todas las corridas! Entonces el cartel hubiera sido enorme.(7)
Desde el diario La Unión contestará Ignacio Sánchez Mejías a López Macías. El 14 de mayo de 1925, el torero arremete contra el periodista sanluqueño. Préstame tu pluma, Galerín -escribe Sánchez Mejías- que la mía no sabe escribir de esas cosas. La tuya, en cambio, sirve para todo. Hasta para injuriar a los que pudieran darte lecciones de periodismo y de probidad(8). Unos días más tarde, de nuevo desde las páginas de La Unión, Sánchez Mejías, herido en su dignidad, vuelve a contestar un escrito de Galerín:



Tu pluma te conoce mejor que yo. Que sea ella la que te conteste. Primero, que repita lo que escribió ayer: La propaganda es la fama. Sea usted constante en el anuncio. Eso piensa Ignacio desde que vino al toreo. Escribe ahora por mi cuenta, pluma de Galerín. ¿Tú no tienes una Agencia de Anuncios? ¿Tú no vas de puerta en puerta, cazando anuncios para ese periódico taurino donde escribes?¿Tú no mixtificas la verdad con gran desfachatez cuando tienes que hacer una propaganda?¿Tú no ganas dinero con eso? Pues si yo pensara que hay que ser constante en el anuncio, y que esa clase de propaganda es la fama, ¿qué trabajo me costaría que tú dijeras que mi arte es superior al de Lagartijo y que yo soy más valiente que Frascuelo? Es cuestión de tarifa, Galerín. Tú sabes eso mejor que nadie.(9)


Pasados unos días las plumas de Galerín y de Ignacio Sánchez Mejías decidieron guardar silencio y dar por zanjada aquella polémica que, aunque sin mucho recorrido, fue muy seguida por unos aficionados que la consideraron como uno de los más sonados acontecimientos taurinos de aquel año.


Tragedia y olvido de Galerín


El último artículo escrito por Agustín López Macías para El Liberal se titulaba ¡Ábrele, que ése es de Sevilla!, de la serie costumbrista De la Tierra. Sin embargo, aquel postrer trabajo que el sanluqueño firmó con su popular seudónimo Galerín para el periódico que debía salir el 18 de julio de 1936 no pudo llegar a sus lectores. Aquel mismo día, con el alzamiento militar, quedó finiquitada la historia de El Liberal de Sevilla, siendo duramente represaliados algunos de sus redactores tras ser asaltada e incautada por los sublevados la sede del diario en el que López Macías había desarrollado toda su vida periodística. Recién iniciada la sublevación militar -escriben Leandro Álvarez Rey y María del Carmen Fernández Albéndiz- la sede de El Liberal fue asaltada por las fuerzas al mando de Queipo de Llano, quienes se incautaron del mismo, imprimiéndose meses después en sus talleres el diario FE, órgano de Falange Española en Sevilla durante los años cuarenta e integrante de lo que pasaría a llamarse la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado, más conocida popularmente como la Prensa del Movimiento(10).
Tumba de "Galerín" en el cementerio de San
Fernando de Sevilla.
Acerca del trato que recibió Galerín de los vencedores -escribe Carlos Arenas- se cuentan algunas historias que hablan de simulacros de fusilamientos, de crueles humillaciones cuya veracidad no he podido comprobar(11). Lo cierto es que a López Macías no le fue perdonada su trayectoria política cercana a la Unión Republicana de Diego Martínez Barrios ni su paso por el ayuntamiento republicano de Sevilla. Galerín había sido concejal por el distrito de la Macarena y vicepresidente de la Diputación Provincial, cargos a los que renunció en junio de 1936 por su oposición a la deriva que tomó la política sevillana tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de aquel año, una situación que desalentó al periodista sanluqueño y que reflejaría en sus escritos.
Agustín López Macías vive sus últimos años en un olvido casi absoluto. Tras acabar la Guerra Civil su firma únicamente aparecerá en muy contadas ocasiones en la publicación semanal Hoja del Lunes, cuya presencia le era solicitada por sus amigos de la Asociación de la Prensa, negándose a colaborar en ningún otro periódico a pesar de recibir algunas ofertas. En febrero de 1944, a los 62 años, muere aquel excelente periodista y mejor persona que se definía a sí mismo como “una estilográfica que se llena y que se vacía tres o cuatro veces al día”. En el cementerio sevillano de San Fernando, junto a su esposa María Gallego Rosal, fallecida en 1938, reposan los restos de aquel sanluqueño que logró mitificar su pluma a través del seudónimo Galerín.




NOTAS:


(1) SÁNCHEZ-APELLÁNIZ, María José (coord.): Periodistas de Sevilla. Retratos de autores de dos siglos, Asociación de la Prensa de Sevilla, Sevilla, 2009.
(2) Agustín López Macías, familiarizado con los trabajos de impresión desde su infancia, tomó el seudónimo Galerín de la plancha de metal que utilizaban los cajistas de imprenta para componer las galeradas.
(3) ARENAS POSADAS, Carlos: El libro de Galerín, Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1984, p. 17.
(4) PIZ, Juan: Apuntes y comentarios. Galerín, El Liberal, Sevilla, 10 de octubre de 1915, p.3.
(5) ARENAS POSADAS, Carlos: o. c., p.13.
(6) ÁLVAREZ –OSSORIO, Pedro y ARENAS, Carlos: Galerín o el caso de Santa Lucía, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Sevilla, 2001. Esta obra fue galardonada con el Premio de Teatro El Gayo Vallecano en 1980.
(7) CABRERA BONET, Rafael (editor): Tauromaquias vividas, CEU Ediciones, Madrid, 2011, p. 226.
(8) SÁNCHEZ MEJÍAS, Ignacio: Préstame tu pluma, “Galerín”, La Unión, Sevilla, 14 de mayo de 1925.
(9) SÁNCHEZ MEJÍAS, Ignacio: Venga tu pluma, “Galerín”, La Unión, Sevilla, 16 de mayo de 1925.
(10) ÁLVAREZ REY, Leandro y FERNÁNDEZ ALBÉNDIZ, María del Carmen: “El Liberal”, de Sevilla (1901-1936). Un diario independiente en la Andalucía anterior a la Guerra Civil, Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea nº 8, Universidad de Alicante, Alicante, 2009, p. 199.
(11) ARENAS POSADAS, Carlos: o. c., p. 22.




ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA "SANLÚCAR DE BARRAMEDA" nº 52, Año 2026

ESTEBAN DE SANLÚCAR

UN GRANDE DE LA GUITARRA FLAMENCA


© José Carlos García Rodríguez







La aportación sanluqueña a la guitarra flamenca ha alcanzado su expresión máxima con la figura singular del gran maestro Manolo Sanlúcar. Junto a él, también como referencia internacional del más alto nivel, se encuentra otro guitarrista sanluqueño, quizás menos conocido por la circunstancia de su pronta marcha a América. Nos referimos a Esteban de Sanlúcar, uno de los guitarristas más importantes que ha dado el flamenco y cuyo reconocimiento le ha aupado a ocupar un lugar de privilegio dentro de la restringida nómina de los mayores tocaores de la historia. Además de incorporar el nombre de la ciudad al suyo propio de artista, Esteban de Sanlúcar siempre tuvo a gala, hasta su fallecimiento en Buenos Aires, en 1989, su origen sanluqueño que siempre llevó con gran orgullo. 



Azulejo en la "Plaza Guitarrista Esteban de
Sanlúcar", en el Pago de Verdigones,
 inaugurado el 21 de febrero de 2014.

Hace unos años, en 2012, con motivo de la conmemoración del centenario del nacimiento de Esteban Delgado Bernal, conocido en el mundo del flamenco por su nombre artístico Esteban de Sanlúcar, el guitarrista, compositor y pedagogo especializado en la didáctica flamenca Óscar Herrero editó un libro de partituras con CD donde se nos ofrecen las composiciones más representativas del guitarrista sanluqueño, incluída la obra inédita Caprichos Flamencos que nunca hasta entonces había sido grabada ni siquiera por su propio autor. Entre los homenajes que se sucedieron con motivo de aquel centenario hay que citar el que se le dió en Sanlúcar de Barrameda, su ciudad natal, donde se constituyó una comisión por aquel motivo. En uno de los actos, celebrado en el Palacio Municipal en el mes de febrero de 2012, Manolo Sanlúcar expuso su conferencia titulada Honores a Esteban de Sanlúcar en el Centenario de su nacimiento en la que nos descubrió la importancia de esta figura del flamenco tan desconocida entre sus paisanos Como ilustración musical complementaria aquel acto contó con la interpretación de obras del homenajeado a cargo de los guitarristas Juan Gómez y Manuel Domínguez. Dos años más tarde, el 21 de febrero de 2014, una plaza del Pago de Verdigones sería bautizada como Plaza Guitarrista Esteban de Sanlúcar donde quedó colocado un artístico azulejo con la efigie del artista.



El guitarrista Esteban de Sanlúcar, junto a su hermano Antonio y La Malena en el Kursaal.
(Sevilla, 1928)
Gracias a aquellos homenajes dedicados a Esteban de Sanlúcar para conmemorar el centenario de su nacimiento, las conferencias, los artículos en prensa y las reseñas que se publicaron con aquella ocasión nos fueron desvelando muchos de los datos biográficos del guitarrista y supimos de la gran importancia artística de su obra ya que, hasta entonces, no era mucha la información que el aficionado podía encontrar sobre él.

Esteban Delgado Bernal nació en Sanlúcar de Barrameda el 21 de febrero de 1912 en el seno de una familia marinera. Fueron sus padres Manuel Delgado Alba y Carmen Bernal López. Con su hermano Antonio, cuyo nombre artístico fue Antonio de Sanlúcar (1900-1980), quien también fue un reputado guitarrista, Esteban se introduce a los 13 años en los ambientes flamencos de la sevillana Alameda de Hércules, trabajando en colmaos y fiestas privadas. Con sólo 16 años debuta en el Kursaal de la capital andaluza junto a artistas de la categoría de La Macarrona y La Malena. Los apuntes biográficos nos dicen que las primeras grabaciones de Esteban de Sanlúcar fueron acompañando a Canalejas de Puerto Real, Chiquito de Triana, Juan Valderrama y Pepe Valencia. En directo actuó junto a Paco Mazaco, Niño Gloria, Vallejo y el Sevillano, entre otros. En 1936 trabajó en Madrid con la Niña de los Peines y Pepe Pinto en el famoso concurso que organizaba el Price.

El año 1944 fue decisivo en la vida del artista sanluqueño. Esteban, contratado por la compañía de Concha Piquer para su gira por Argentina a donde lleva el espectáculo Retablo Español, queda prendado de Buenos Aires, ciudad que elige para establecerse una vez que ha concluido el contrato que había suscrito con la tonadillera valenciana. En la capital argentina bulle un gran ambiente flamenco en locales como El Colmao Sevillano, El Tronío o el Teatro Avenida donde Esteban inicia sus actuaciones, consiguiendo grandes éxitos y un prestigio que se va acrecentando con los años. Tras vivir una larga temporada en Buenos Aires se traslada a México donde actúa durante dos años en el tablao Gitanerías. Después marcha a vivir a Venezuela, donde permanece desde 1972 a 1984 regentando una academia de guitarra, componiendo y actuando en Caracas en los tablaos Café de Chinitas y Los Tarantos. Finalmente, dado el estado de inseguridad y violencia que se vive en la capital venezolana, Esteban de Sanlúcar opta por regresar a Buenos Aires donde fallece el 27 de octubre de 1989.



Durante su larga etapa hispanoamericana Esteban de Sanlúcar tuvo la oportunidad de encontrarse con numerosos artistas españoles, unos exiliados y otros de gira artística, como Angelillo, el Niño de Utrera, Carmen Sevilla, Paquita Rico o Lola Flores con quienes trabaja. Especialmente intensas fueron sus colaboraciones en esa época con Imperio Argentina y Miguel de Molina.

El guitarrista en su madurez.
El cantaor Luis Caballero, quien le conoció bien, dice de Esteban de Sanlúcar que fue un "plañidero creador de glorietas flamencas que un día decidió regalar a Hispanoamérica medio siglo de la más equilibrada, auténtica y jonda guitarra andaluza". De entre sus composiciones más notables destacan las tituladas Panaderos Flamencos, Primavera Andaluza, Mantilla de Feria, Castillo de Xauen, Marismas del Guadalquivir, Horizonte de Málaga, Aromas del Puerto, Moro y gitano y un sin fin de obras de altísimo nivel artístico que conforman todo un extensísimo e interesante legado para el mundo flamenco.

JOSÉ MARÍA ROMERO ESCACENA

DIBUJANTE Y CARICATURISTA

© José Carlos García Rodríguez






Aunque veterinario de profesión, José María Romero Escacena (1901-1978) fue  un personaje que alcanzaría una gran fama por la calidad de su pintura y, especialmente, por las ilustraciones que acompañaban las crónicas y críticas musicales en el diario ABC de Madrid. Durante su larga colaboración en el periódico de la familia Luca de Tena, Romero Escacena tuvo la oportunidad de realizar innumerables caricaturas de directores de orquesta, violinistas, pianistas, guitarristas y de cualquier otro instrumentista clásico, consagrado o novel, que actuase en los teatros y salones musicales madrileños. Con su magistral trazo, Romero Escacena plasmaría los peculiares rasgos físicos y la personalidad de cada uno de aquellos artistas para conformar toda una galería gráfica de intérpretes musicales españoles de la primera mitad del pasado siglo.
Regino Sáinz de la Maza. Caricatura 
de José María Romero Escacena 
para el diario ABC (19/11/1931). 

Nacido en Sanlúcar de Barrameda el 8 de enero de 1901,  José María Romero Escacena fue el menor de diez hermanos en una familia donde proliferaron los artistas de altura. Su hermano Baldomero, médico de profesión, fue un estimable guitarrista a quien el sacerdote Pedro Badanelli dedicó un precioso tríptico de sonetos titulado La guitarra, el guitarrista y Baldomero con ocasión de un homenaje que se le tributó en el Gran Hotel La Fuente de Sanlúcar en agosto de 1930. Hijo de Baldomero fue el genial y controvertido pintor sevillano Baldomero Romero Ressendi. 

Andrés Segovia. Caricatura de José María
Romero Escacena para el diario
ABC (19/11/1930)
José María Romero Escacena sintió desde muy niño una gran pasión por la pintura, vocación a la que su padre permitiría que el menor de sus hijos se dedicase plenamente a ella con la condición de que antes cursara estudios universitarios. La carrera elegida fue la de Veterinaria cuyos estudios realiza en la Escuela Superior de Veterinaria de Córdoba. Fallecido su padre antes de terminar la carrera, Romero Escacena logró pagarse el último curso gracias a sus dibujos y especialmente a las caricaturas de artistas y de personajes públicos que vendía a periódicos andaluces y madrileños. 

El joven José María logra prontamente un prestigio que se acrecienta a partir de 1925, año en que presenta en el Ateneo de Madrid una exposición de gran éxito en la que exhibe medio centenar de obras en las que mostraba el talento de su personalidad artística. 

El guitarrista alicantino
Francisco Alfonso.
 Caricatura de José Mª Romero
 Escacena  para el diario ABC (28/2/1934)

Establecido en Madrid, donde ingresa como veterinario de la Plaza de Toros de las Ventas, Romero Escacena simultanea su pintura con su profesión. Así, en 1929, al fundarse la edición andaluza de ABC en coincidencia con la celebración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, colabora con este periódico donde publica un gran número de caricaturas de políticos y actores y reproducciones de pinturas de escenas médicas (El doctor aprovechado, La lección de anatomía, Una operación quirúrgica, ¿Se habrá dormido el doctor?...). Del ABC sevillano pasaría a la edición madrileña de este mismo diario donde los Luca de Tena lo contratan para ilustrar las críticas musicales que firmaba Ángel María Castell, primero, y Regino Sáinz de la Maza, a partir del final de la Guerra Civil. Entre los músicos caricaturizados por Romero Escacena para ABC abundaron especialmente los concertistas de guitarra, instrumento al que, al igual que su hermano Baldomero, fue un gran aficionado. Junto a consagrados intérpretes de guitarra, como Andrés Segovia o el propio Regino Sáinz de la Maza, también aparecerían en las páginas del diario madrileño las efigies trazadas por el dibujante sanluqueño  de otros destacados guitarristas como Pantaléon Minguella, Francisco Alfonso, Miguel Ángel Martínez, Asunción Granados o Luis Sánchez Granada. Introducido en el ambiente musical de la capital de España, Romero Escacena intima con Andrés Segovia por cuya mediación conoce a la guitarrista madrileña Rosario Fernández-Huidobro con quien contraería matrimonio en 1944 en la iglesia de Los Jerónimos. Fue padrino de la boda Fernando Luca de Tena y testigo Regino Sáinz de la Maza.

Caricatura de la actriz Amalia de Isaura por
José Mª Romero Escacena
(Museo Nacional del Teatro de Almagro)
Caricatura de José Mª Romero Escacena dedicada a
Josephine Baker (1930)
Con ocasión de su matrimonio, José María Romero Escacena mostraría sus conocimientos musicales con una composición para violín, chelo y piano dedicada a su mujer y que fue interpretada durante el banquete de boda, siendo muy aplaudido por el compositor Joaquín Rodrigo quien asistió a los esponsales. 

Tras su matrimonio, el dibujante sanluqueño abandona Madrid y deja de colaborar con sus caricaturas en ABC. Después de permanecer unos años en Sitges, Masnou, Barcelona y Toledo, donde siguió  ejerciendo su profesión de veterinario, Romero Escacena regresa a Madrid en 1962 donde se hace cargo del Museo Zootécnico de la Facultad de Veterinaria de la Complutense.




Autocaricatura de José María Romero Escacena.
(Colección de su hija Elisa Romero Fernández-Huidobro)
Durante sus últimos años y hasta su fallecimiento en Madrid el 3 de enero de 1978, Romero Escacena siguió pintando en sus ratos de ocio, presentando sus obras, especialmente compuesta de caricaturas de actores, toreros y de compañeros veterinarios, en sucesivas exposiciones. Muchas de sus caricaturas de actores, donadas por su hija Elisa, forman parte del Museo Nacional del Teatro de Almagro.
¿Hasta cuándo...?, el famoso libro donde Romero Escacena
analiza el por qué se caen los toros tras la suerte de varas.
José María Romero Escacena fue autor de libros relacionados con sus conocimientos veterinarios. Entre ellos, Pelos o pintas del toro de lidia (Gráficas Uguina, Madrid, 1953), Capas o pelos del caballo (Gráficas Uguina, Madrid, 1954) y ¿Hasta cuándo...? La suerte de varas y sus consecuencias (Ediciones Romero Escacena, Madrid, 1962), todos ellos complementados con preciosas láminas a color dibujadas por el propio autor.


LUIS DE LA LOMA Y CORRADI

PERIODISTA Y EDITOR

© José Carlos García Rodríguez


Luis de la Loma y Corradi



Dentro de la larga nómina de ilustres paisanos cuyas biografías y trayectorias vitales son prácticamente desconocidas para sus conciudadanos sanluqueños, se encuentra el caso paradigmático de Luis de la Loma y Corradi (1829-1891). Sirva esta semblanza como recuerdo y reconocimiento a la personalidad del insigne escritor y gran periodista que fundara en Valencia el diario La Opinión, antesala de Las Provincias que aún pervive como uno de los periódicos de mayor solera de España.
Nacido en Sanlúcar de Barrameda el 14 de julio de 1829, Luis de la Loma y Corradi era nieto de Juan Corradi, un italiano de la familia de los marqueses de Corradi natural de Piacenza, en el ducado de Parma, que vino a España como guardia de corps de la reina María Luisa y que llegó a dirigir el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz en 1810. Su tío, Fernando Corradi, fue fundador del por entonces famoso periódico El Clamor Público, uno de los más importantes de España, editado en Madrid entre los años 1844 y 1864. Es en esta publicación donde Luis conocería el mundo del periodismo de la época, revelándose como escritor de auténtica precocidad literaria. Con catorce años recién cumplidos colabora en Los españoles pintados por sí mismos (1), obra en dos volúmenes con preciosos grabados en la que participan los más prestigiosos escritores españoles de la época y que constituyó una galería de personajes clásicos del costumbrismo romántico, a imitación de la obra francesa Les français peints par eux mêmes. Luis de la Loma, alternando con lo más sobresaliente de la literatura y el periodismo españoles del momento, como Mesonero Romanos, Bretón de los Herreros, García Gutiérrez, Gil de Zárate, José Zorrila o Hartzenbusch, escribe en aquella obra el capítulo El aprendiz de literato (2), de visible regusto autobiográfico.


Edición de 1851 de "Los españoles pintados
por sí mismos".
En su trabajo incluído en Los españoles pintados por sí mismos, Luis de la Loma habla del gran número de jóvenes que se desvivían por llegar a ser escritores  de fama. "Estos aspirantes a ganarse la vida con la escritura -comenta de la Loma en su artículo- son, siguiendo la tradición del siglo XVIII, grandes ignorantes -como los memorialistas, que en su mayoría no sabían escribir- y basan gran parte de su ser literato en mantener un aspecto y actitud reconocibles por los demás. Así, se visten con abandono, se dejan crecer el pelo, parecen abstraídos y son sucios". El trabajo de Luis de la Loma es interesante, en gran medida porque mantiene viva cierta imaginería del hombre de letras pero, sobre todo, por el valor de la viñeta ilustrativa final en la que se ve a un joven firmando un documento por el que vende su alma al diablo a cambio de alcanzar el éxito literario. Tras describir el retrato del aprendiz a literato, concluye en su escrito Luis de la Loma:

"Alguno habrá que al leer la firma de este insulso y mal pergeñado artículo, y conociéndome, dirá no sin algún fundamento, que yo también soy aprendiz de literato; pero debo advertirle, después de darle la razón, que hay dos clases de aprendices: la una es la que acabo de bosquejar, y la otra, a la cual pertenezco, me la callo, porque habría mucho que decir sobre el particular y sería muy poca mi modestia si después de haber fastidiado tanto a mis lectores con la poquísima gracia de mi artículo,
me expusiera de nuevo
a hacer un mal retrato
del segundo Aprendiz de literato."


La forja de un periodista y escritor precoz
Portada de la obra "No siempre lo
bueno es bueno" de Luis de la Loma
Corradi.
El 8 de agosto del 1844 sale a la luz la revista El Polichinela, la primera aventura periodística que dirige Luis de la Loma, con tan sólo quince años, y que subtitula Semanario jocoso-serio de literatura, satírico, burlesco, y cien mil cosas más. Pero la vida de aquel semanario es efímera ya que deja de publicarse el 17 de noviembre del mismo año de su aparición. Aunque la imprenta en que se edita la publicación es propiedad del periodista sanluqueño, tal vez por no tener la edad legal para ser su editor responsable, Luis de la Loma se asocia con Carlos Martínez Navarro como podemos leer en el editorial de aquel semanario:
Madrid - Establecimiento Literario y Tipográfico de D. Luis de la Loma y Corradi y D. Carlos Martínez Navarro, calle de Padilla (antes del Burro), número 11, cuarto bajo, 1844.
Tras aquella aventura juvenil y después de pasar algunos años colaborando en diversos periódicos madrileños, Luis de la Loma, gracias a la gran influencia política de su tío Fernando, quien por entonces era embajador en Lisboa, ingresa en la Administración y es destinado a Valencia como contador de su Fábrica de Tabacos. Con Luis se traslada a tierras levantinas su hermano Blas, también nacido en Sanlúcar, quien con el tiempo llegaría a ser estimable poeta y editor de la Revista de Instrucción Pública. A Blas de la Loma, a quien los alicantinos consideran como poeta de aquella tierra, se debe el libro Juan, poema de aldea en cuarenta y un cuadros (3), que llegaría a gozar de una enorme popularidad.
Programa del estreno de la obra "No siempre lo
bueno es bueno" en el Teatro Principal de Valencia.
En 1853 Luis de la Loma y Corradi escribe la comedia en verso No siempre lo bueno es bueno (4), representada “con aplauso” en el teatro del Principe de Madrid la noche del 23 de febrero de aquel año. Esta misma obra sería estrenada en el Teatro Principal de Valencia, con gran éxito, en una sesión celebrada en 26 de septiembre de 1857 en la que también se representa la famosa zarzuela Marina de Emilio Arrieta.
La Opinión, antecesor del gran diario Las Provincias
Teniendo como colaborador a Mariano Carreras y González, Luis de la Loma funda en Valencia el diario La Opinión, subtitulado Diario político, literario y de intereses generales cuyo primer número sale a la luz el 15 de julio de 1860. El periódico se imprime en la imprenta que ambos socios poseían en la plaza de Ribot número 7, duplicado, figurando como editor responsable Lluis de L. y Corradi, nombre abreviado y traducido al valenciano. Entre de la Loma y Carreras crearon aquella publicación de carácter progresista que mostraba toda la radicalización de la juventud impetuosa de sus redactores: de la Loma contaba entonces treinta y un años y Carreras treinta y tres. Pero el ambiente político valenciano no era propicio al progresismo intransigente de aquellos jóvenes periodistas, lo que llevaría a una pronta asfixia económica del diario. Lo cierto es que el periódico languideció pronto, falto de lectores y de suscriptores. Como consecuencia de ello, el político y banquero valenciano José Campo (5) adquirió a Luis de la Loma y a Mariano Carreras la imprenta y la cabecera del periódico en febrero de 1861 para transformarlo en órgano conservador, al servicio de la política local y de los numerosos negocios privados de su nuevo propietario. El 31 de enero de 1866 La Opinión cambia su nombre por Las Provincias, naciendo un diario que habría de ser el eje de la vida periodística regional y que ha pervivido hasta nuestros días como el periódico decano y más influyente de la Comunidad Valenciana.
Los últimos años
Actual diario "Las Provincias" de Valencia
cuyo origen fue el periódico "La Opinión"
fundado por Luis de la Loma y Corradi.
Tras el fracaso de su periódico valenciano, Luis de la Loma regresó a Madrid como redactor de un diario también llamado La Opinión (1868), publicación monárquica y liberal de corta vida a la que sucedió La Opinión Nacional (1868-1871) de filiación monárquico-constitucional, diario en el que también colaboró el periodista sanluqueño antes de pasar a Londres donde funda la Gaceta Oficial Americana (1871). Unos años más tarde encontramos a de la Loma en Sevilla donde proyecta la obra Sevilla ilustrada histórica, religiosa, monumental, artística y literaria: usos, costumbres, tipos sociales, caracteres y trajes, agricultura, industria y comercio, política y administración, que habría de constar de cien entregas según vemos por el folleto informativo(6) de dicho proyecto del que desconocemos si pudo llegar a realizarse, y las condiciones de suscripción. En la capital andaluza escribe Las tres virtuosas o Los hombres pintados por una mujer: memorias de la condesa Lelia publicadas á ruego de su autora por Luis de Loma y Corradi (7), y dirige el bisemanario El Mundo Obrero que se publica de junio a septiembre de 1890. Al año siguiente fallece Luis de la Loma y Corradi a la edad de 62 años.

NOTAS:
    (1) El primer tomo de Los españoles pintados por si mismos fue publicado en Madrid en 1843 por el prestigioso editor Ignacio Boix quien tenía establecida su imprenta en la calle de Carretas número 8. Al año siguiente el mismo Boix editaría el segundo volumen. Con posterioridad se harían sucesivas ediciones de esta popular obra.

    (2) El capítulo El aprendiz de literato comprende las páginas 414 a 421 del primer tomo de Los españoles pintados por si mismos.

    (3) Imprenta de Antonio Reus, Alicante, 1877.
    (4) Esta obra de Luis de la Loma fue editada por la imprenta salmantina de A. de Angulo en 1872.
    (5) José Campo Pérez, editor, financiero, naviero y comerciante, sería ennoblecido por Alfonso XII con el título de Marqués de Campo por su contribución a la restauración de la monarquía. Fue alcalde de Valencia y senador vitalicio.
    (6) Establecimiento tipográfico de los Sres. Gironés y Orduña, Sevilla, 1882.
    (7) Librería de A. de San Martín Editor, Madrid, 1889.



José Carlos García Rodríguez

PUBLICADO EN LA REVISTA "CÍRCULO"
Nº 11  Invierno 2015-2016